Chapter 61: Murim master and his servant part 1
El maestro y Lira exploran su relación en un mundo de magia y artes marciales. La seducción, el baile y la dominación sutil se entrelazan en una danza de pasión y deseo. ¿Qué nuevos límites descubrirán juntos?
El maestro abrió los ojos en un mundo desconocido, un lugar donde la magia y las artes marciales reinaban supremas. Murim, así se llamaba este nuevo universo que lo había acogido tras su renacimiento. Con una mente aguda y un cuerpo rejuvenecido, se adaptó rápidamente a su nueva existencia. No pasó mucho tiempo antes de que su reputación como maestro creciera, atrayendo la atención de muchos, incluida una joven sirvienta plebeya llamada Lira.
Lira era una belleza humilde, con una figura que no pasaba desapercibida. Sus pechos, generosos y firmes, se balanceaban suavemente con cada movimiento, mientras que su trasero, redondo y tentador, parecía desafiar la gravedad con su perfección. Su inocencia y timidez la hacían aún más atractiva a los ojos del maestro, quien la observó con interés desde el primer momento en que la vio.
La joven comenzó a trabajar para el herrero local, un hombre rudo pero justo, que valoraba su dedicación y fuerza. Cada día, Lira se esforzaba en sus tareas, su cuerpo sudoroso brillando bajo el sol mientras cargaba pesados sacos de carbón o ayudaba a forjar las espadas que pronto serían utilizadas por los guerreros de Murim. El maestro, fascinado por su resistencia y belleza, empezó a visitarla con frecuencia, usando cualquier excusa para estar cerca de ella.
Un día, mientras Lira descansaba tras una larga jornada, el maestro se acercó con una sonrisa enigmática. "Lira, ¿podrías ayudarme con algo?" preguntó, su voz suave pero cargada de intención. Ella, siempre dispuesta a complacer, asintió sin dudarlo. "Por supuesto, maestro. ¿Qué necesita?"
Él se sentó en el suelo, cruzando las piernas con una calma que contrastaba con la aceleración de su corazón. "Siéntate aquí, sobre mis piernas," dijo, señalando el espacio entre sus muslos. Lira, confundida pero obediente, se acercó y se sentó lentamente, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela de su vestido. El maestro la rodeó con sus brazos, apoyando las manos en su cintura, y ella no pudo evitar un leve temblor al sentir su proximidad.
"Eres fuerte, Lira," murmuró él, su aliento cálido rozando su oído. "Y hermosa. No hay nadie como tú en este mundo." Sus palabras la hicieron sonrojar, pero también encendieron una chispa de deseo que nunca antes había sentido. Con el tiempo, estas sesiones se volvieron rutinarias. El maestro disfrutaba de tenerla cerca, sintiendo el peso de su cuerpo sobre el suyo, como si fuera su silla personal. Lira, por su parte, comenzó a anhelar estos momentos, encontrando un placer extraño en la dominación sutil que ejercía sobre él.
Una tarde, mientras el sol se ponía tiñendo el cielo de tonos anaranjados, el maestro decidió llevar su relación a un nuevo nivel. "Lira," susurró, sus dedos trazando patrones en su espalda, "quiero enseñarte algo." Ella lo miró con curiosidad, sus ojos brillantes como esmeraldas. "Es un baile," explicó él, "un baile que celebra la fuerza y la belleza del cuerpo femenino."
Tomando sus manos, la guió hasta el centro de la forja, donde la luz de las llamas danzaba en las paredes. "Se llama twerking," dijo, su voz cargada de anticipación. "Mira." Con movimientos fluidos, comenzó a demostrarle los pasos, sus caderas moviéndose en un ritmo hipnótico. Lira, cautivada, intentó imitarlo, su cuerpo inicialmente torpe pero cada vez más seguro a medida que el maestro la guiaba.
El sudor comenzó a perlado su piel, mezclándose con el calor de la forja. El maestro se acercó, sus manos deslizándose por sus curvas, guiando sus movimientos con una mezcla de firmeza y ternura. "Así, Lira," susurró, su voz ronca de deseo. "Deja que tu cuerpo hable." Ella cerró los ojos, dejándose llevar por la música que solo ellos podían escuchar, sus caderas moviéndose en perfecta sincronía con las de él.
En un momento de audacia, el maestro se arrodilló frente a ella, su mirada fija en su trasero mientras se movía con gracia. "Eres perfecta," murmuró, sus manos acariciando sus glúteos con reverencia. Lira, sintiendo su deseo, se inclinó hacia adelante, su cabello cayendo en cascada sobre su rostro. El maestro no pudo resistirse más. Con un movimiento rápido, la levantó y la llevó a un rincón más privado de la forja.
Allí, sobre un montón de pieles suaves, la recostó con cuidado, sus ojos nunca dejando los suyos. "Lira," susurró, su voz cargada de emoción, "quiero estar dentro de ti." Ella, con los ojos brillando de deseo y confianza, asintió lentamente. "Sí, maestro," respondió, su voz apenas un susurro.
Él se despojó de su ropa con movimientos ágiles, revelando un cuerpo tonificado por años de entrenamiento. Lira, sintiendo su propia excitación crecer, hizo lo mismo, su vestido cayendo al suelo como una segunda piel. El maestro la miró con admiración, su miembro ya erecto y palpitante, ansioso por unirse a ella.
Con movimientos lentos y deliberados, se posicionó entre sus piernas, sus manos sosteniendo su peso para no aplastarla. "Relájate," susurró, su aliento cálido en su oído. "Déjame guiarte." Lira cerró los ojos, sintiendo la punta de su miembro rozar su entrada. Con un empuje suave pero firme, él penetró su cuerpo, ambos gemido al unísono.
El maestro comenzó a moverse con un ritmo constante, sus caderas chocando contra las de ella en un baile íntimo y apasionado. Lira, sintiendo cada centímetro de él dentro de ella, arqueó su espalda, sus pechos temblando con cada embestida. "Maestro," gimió, su voz llena de placer, "más rápido."
Él sonrió, complaciendo su petición, aumentando el ritmo hasta que la habitación se llenó con el sonido de sus gemidos y el golpeteo de sus cuerpos. El sudor cubría sus pieles, mezclándose en un testimonio de su pasión. El maestro, sintiendo su clímax acercándose, susurró palabras de aliento en su oído, sus manos apretando sus glúteos con posesión.
"Lira, mi hermosa Lira," susurró, su voz ronca de deseo, "ven conmigo." Con un grito final, ambos alcanzaron el éxtasis, sus cuerpos temblando en perfecta armonía. El maestro, aún dentro de ella, la sostuvo con ternura, besando su frente con reverencia. "Eres mía," murmuró, su voz llena de satisfacción y amor.
Años pasaron, y su relación se profundizó, explorando nuevos límites y placeres. El maestro, siempre curioso, descubrió un sistema que le permitía viajar a otros mundos, observando con fascinación las diferentes culturas y prácticas. En uno de estos viajes, se encontró en un mundo moderno, donde una actriz de cabello rojo y coletas llamaba su atención.
La mujer, con un cuerpo escultural y una presencia magnética, estaba bailando twerking sobre un joven, su culo grande y firme aplastando su rostro con cada movimiento. El maestro, intrigado, observó con una mezcla de envidia y excitación, imaginando a Lira en ese papel. El joven, aunque mayor que él, parecía diminuto bajo el peso de la actriz, su expresión de éxtasis hablando por sí sola.
Con el tiempo, el sistema le permitió no solo observar, sino también interactuar, y el maestro no pudo resistirse a la tentación. En un impulso de perversión, usó el sistema para traer a Lira a este nuevo mundo, donde ambos podrían explorar sus deseos más oscuros. La actriz de cabello rojo, al ver a Lira, sonrió con complicidad, reconociendo un espíritu afín.
Juntas, las dos mujeres comenzaron a bailar, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía, sus culos aplastando las caras de los hombres que yacían a sus pies. El maestro, observando con satisfacción pervertida, grabó todo, saboreando cada momento. La actriz, con una sonrisa pícara, se acercó a él, susurrando en su oído: "Te gusta, ¿verdad, maestro?"
Él sonrió, sin miedo ni vergüenza, aceptando su naturaleza con orgullo. "Me encanta," respondió, su voz llena de sinceridad. "Y esto es solo el comienzo." Con una risa compartida, las tres figuras se perdieron en la noche, dejando al lector imaginando las infinitas posibilidades que les esperaban.