Young Master Jian is Too Much of a Cuck

Chapter 59: Adicción compartida part >



Mía y Ling se entregan a Zhao Wei en una danza de placer. Sus bocas trabajan en armonía, mientras Su Chen observa con orgullo y emoción. ¿Hasta dónde llegará esta adicción compartida?

Mía, la chica de gafas, se arrodilló frente a Zhao Wei con una determinación que sorprendía incluso a Su Chen. La biblioteca, normalmente un lugar de silencio y estudio, se había convertido en un escenario de deseo desenfrenado. Mía comenzó su tarea con una dedicación que solo podía describirse como adictiva. Sus manos suaves acariciaron las bolas de Zhao Wei, masajeándolas con delicadeza antes de subir lentamente por su erecto miembro. Su boca, cálida y húmeda, se abrió para recibir la punta de su polla, y sin dudarlo, se la tragó entera, sintiendo cómo su garganta se adaptaba a la longitud de aquel hombre que ahora dominaba sus pensamientos.

Zhao Wei, con una sonrisa de satisfacción, cerró los ojos y disfrutó de la sensación de la boca de Mía trabajando en su polla. Sus manos se movieron instintivamente hacia su cabello, guiando sus movimientos mientras ella subía y bajaba, lamiendo y chupando con una habilidad que solo podía provenir de la práctica y la devoción. La habitación estaba cargada de sonidos húmedos y gemidos contenidos, una sinfonía de placer que solo ellos tres compartían.

Ling, sentada en una silla cercana, observaba con una mezcla de envidia y excitación. No podía evitar sentirse atraída por la escena, su cuerpo respondiendo a la visión de Mía entregándose por completo a Zhao Wei. Sin decir una palabra, se levantó y se acercó, su presencia silenciosa pero poderosa. Se arrodilló junto a Mía, su cabello negro cayendo sobre sus hombros mientras miraba a Zhao Wei con ojos llenos de deseo.

—Mi turno —murmuró Ling, su voz ronca de necesidad.

Mía se apartó con una sonrisa cómplice, permitiendo que Ling tomara su lugar. La novia de Su Chen no perdió el tiempo, su boca ávida se cerró alrededor de la polla de Zhao Wei, continuando donde Mía había dejado. Sus labios se movían con experiencia, su lengua jugando con la sensibilidad de la punta mientras sus manos acariciaban sus bolas, masajeándolas con la misma dedicación que Mía.

Zhao Wei gemía suavemente, sus manos ahora enredadas en el cabello de ambas chicas, guiando sus movimientos con una autoridad que ninguna cuestionaba. Su polla, dura como el acero, se movía entre sus bocas, cada una compitiendo por su atención, por el derecho a complacerlo.

—Eres increíble —susurró Mía, su voz ahogada por la polla que llenaba su boca—. Tu polla es perfecta.

Ling asintió, su rostro enrojecido por el esfuerzo y el deseo. —Nunca había sentido algo así —confesó, su voz temblorosa—. Eres adictivo.

Zhao Wei sonrió, su ego alimentado por sus palabras. —Y ustedes son mis adictas favoritas —respondió, su voz profunda y seductora.

La escena se repitió una y otra vez, las chicas turnándose para complacerlo, sus bocas trabajando en armonía, sus cuerpos moviéndose al ritmo de su placer. Su Chen, sentado en un rincón, observaba con una mezcla de orgullo y excitación. Su teléfono capturaba cada momento, cada gemido, cada expresión de éxtasis en los rostros de las chicas. Sabía que esto era solo el comienzo, que su vida había tomado un giro que nunca imaginó, pero que no podía estar más emocionado por lo que vendría.

Con el tiempo, la presencia de Zhao Wei con la polla al aire se convirtió en algo normal, casi esperado. En clase, en los pasillos, en la privacidad de sus habitaciones, siempre estaba listo para ser atendido por Mía y Ling. Lo que comenzó como un juego para complacer a Su Chen se transformó en una adicción para las chicas, una necesidad que no podían ignorar.

Su Chen, por su parte, se benefició del sistema de reembolsos que había descubierto. Con el dinero que recibía, les compraba regalos a sus novias, ropa nueva, joyas, cualquier cosa que las hiciera felices. Pero siempre había una condición: tenían que seguir complaciendo a Zhao Wei. Era un acuerdo perverso, pero uno que todos parecían disfrutar.

Protegía a sus novias de los hombres que intentaban acercarse a ellas, dándoles bofetadas al estilo de las novelas chinas cuando era necesario. Pero con Zhao Wei, era diferente. Le permitía disfrutar del dinero que les daba, sabiendo que era parte del trato, parte de la dinámica que habían creado.

Un día, después de una sesión particularmente intensa en la biblioteca, Mía y Ling se sentaron en el regazo de Zhao Wei, sus bragas grises apenas cubriendo sus cuerpos. Zhao Wei, con su polla aún erecta, las usó como sillas, acomodando su miembro entre sus piernas mientras ellas se reían y bromeaban, completamente cómodas con la situación.

—Eres nuestra silla favorita —dijo Mía, su voz llena de diversión.

Ling asintió, su rostro radiante de felicidad. —Y tú eres nuestro entrenador favorito —agregó, su voz suave y llena de admiración.

Zhao Wei sonrió, su mano acariciando sus cabellos con ternura. —Y ustedes son mis chicas favoritas —respondió, su voz llena de afecto y deseo.

Su Chen, observando desde un rincón, sintió una oleada de emoción. Sabía que esto era solo el comienzo, que su vida había tomado un giro que nunca imaginó, pero que no podía estar más emocionado por lo que vendría. La adicción de las chicas a Zhao Wei, la dinámica que habían creado, era algo que no podía controlar, pero que disfrutaba profundamente.

Mientras las chicas se reían y bromeaban, Su Chen se preguntó qué les depararía el futuro. ¿Cómo evolucionaría su relación? ¿Hasta dónde llegarían en su sumisión a Zhao Wei? Estas preguntas quedaban sin respuesta, flotando en el aire como una promesa de más placer, más deseo, más adicción.

Y así, en ese momento, con las chicas sentadas en el regazo de Zhao Wei, su polla acomodada entre sus piernas, Su Chen supo que había encontrado algo especial, algo que lo cambiaría para siempre. La adicción, el deseo, la sumisión, todo se entrelazaba en una danza de placer que no tenía fin a la vista.


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