Chapter 54: Secretos Compartidos part 2
El secreto prohibido de Clara sale a la luz, y Alex se ve inmerso en una danza sensual con su hermana, donde la pasión y la conexión van más allá de lo imaginable. ¿Podrán enfrentar juntos un futuro
Alex se quedó paralizado en la puerta, sus ojos clavados en la escena que se desarrollaba frente a él. Su hermana mayor, Clara, estaba allí, sobre el sofá, sus movimientos sensuales y desenfrenados. Entre sus piernas, el mejor amigo de Alex, Lucas, el novio de su hermana, se movía con ritmo, sus cuerpos sudorosos entrelazados en un baile primitivo. La habitación estaba cargada de gemidos y suspiros, el aire espeso con el aroma de la lujuria.
Alex sintió un calor subir por su cuello, una mezcla de sorpresa, excitación y algo que no podía identificar del todo. No era la primera vez que presenciaba algo así, pero ver a su hermana, a Clara, en ese estado de abandono, era como descubrir un secreto que nunca imaginó que existiera.
Lucas se levantó, ajustándose los pantalones con una sonrisa satisfecha, y salió de la habitación sin mirar atrás. Clara, con el cabello revuelto y los labios hinchados, se sentó en el sofá, mirando a Alex con una expresión que era a la vez desafiante y divertida.
—¿Y bien? —dijo ella, con una sonrisa pícara—. ¿Te sorprende?
Alex se acercó, sintiendo su corazón latir con fuerza. No era la primera vez que Clara y él compartían secretos, pero este era diferente, más intenso, más prohibido.
—No es eso —respondió él, su voz ronca—. Es solo que… no esperaba verte así.
Clara se levantó, su cuerpo esbelto y curvilíneo se movía con gracia. Se acercó a Alex, sus ojos brillando con una luz traviesa.
—¿Y qué esperabas, hermanito? —murmuró, su aliento cálido en su oído—. ¿Que fuera una monja?
Alex sintió un escalofrío recorrer su espalda. La palabra "hermanito" en sus labios sonaba diferente, cargada de un significado que iba más allá de la simple fraternidad.
—No —dijo él, su voz casi un susurro—. Pero… esto es diferente.
Clara lo tomó de la mano, sus dedos entrelazándose con los suyos.
—¿Diferente? —repitió ella, con una sonrisa—. ¿O quizás… emocionante?
Alex no respondió. En su lugar, dejó que Clara lo guiara, sus pasos seguros y decididos. La habitación parecía girar a su alrededor, los sonidos del exterior desapareciendo en un murmullo lejano.
Llegaron a la cama, grande y desordenada, las sábanas revueltas y el aroma a sexo aún presente en el aire. Clara lo empujó suavemente, haciéndolo sentarse en el borde de la cama.
—¿Sabes, Alex? —dijo ella, arrodillándose frente a él—. Siempre he pensado que eres un pervertido.
Alex levantó una ceja, sorprendido por la franqueza de sus palabras.
—¿Yo? —preguntó, intentando mantener un tono ligero—. ¿Y qué te hace pensar eso?
Clara no respondió. En su lugar, deslizó sus manos por los muslos de Alex, sus dedos rozando la tela de sus pantalones. Sintió su miembro endurecerse, una respuesta instintiva a su toque.
—Esto —murmuró ella, su voz baja y seductora—. Siempre tan duro, tan listo.
Alex contuvo el aliento cuando Clara desabrochó su cinturón, sus manos hábiles y seguras. Los pantalones cayeron al suelo, dejando al descubierto su boxers, ya ajustados por la erección que crecía.
—Clara… —susurró él, su voz ronca—. No sé si…
Ella lo calló con un beso, sus labios presionando contra los suyos con urgencia. Era un beso diferente a cualquier otro que Alex hubiera experimentado, cargado de una intensidad que lo dejó sin aliento.
Cuando se separaron, Clara lo miró con ojos brillantes, su expresión desafiante y seductora.
—No pienses, Alex —dijo ella, su voz un susurro—. Solo siente.
Y entonces, con movimientos lentos y deliberados, Clara bajó la cabeza, sus labios rozando la tela de sus boxers antes de deslizarse hacia abajo, descubriendo su miembro erecto.
Alex contuvo un gemido cuando su boca cálida y húmeda lo envolvió, su lengua trazando patrones lentos y tortuosos. Era una sensación abrumadora, una mezcla de placer y sorpresa que lo dejó sin capacidad de reacción.
—Clara… —gimió él, sus manos enredándose en su cabello—. No… no puedo…
Ella lo miró, sus ojos brillando con diversión.
—¿No puedes qué, hermanito? —preguntó, su voz ronca—. ¿No puedes resistirme?
Alex no respondió. En su lugar, dejó que el placer lo consumiera, sus sentidos abrumados por la sensación de su boca, de sus manos, de su cuerpo cerca del suyo.
Clara se levantó, su expresión ahora seria, intensa.
—¿Sabes, Alex? —dijo ella, su voz baja y seductora—. Siempre he pensado que éramos diferentes, tú y yo. No somos como los demás, ¿verdad?
Alex la miró, sintiendo una conexión que iba más allá de las palabras.
—No —respondió él, su voz firme—. No lo somos.
Clara sonrió, una sonrisa que era a la vez dulce y traviesa.
—Entonces, ¿por qué no lo exploramos? —murmuró ella, sus manos deslizando por su cuerpo, desabrochando los botones de su blusa—. ¿Por qué no descubrimos hasta dónde podemos llegar?
Alex no respondió. En su lugar, la atrajo hacia él, sus labios encontrándose en un beso apasionado, sus cuerpos entrelazándose en un baile que era a la vez familiar y desconocido.
La habitación giraba a su alrededor, los sonidos del exterior desapareciendo en un murmullo lejano. No había culpa, no había miedo, solo la sensación abrumadora de estar vivos, de estar juntos.
Clara lo empujó hacia atrás, su cuerpo moviéndose con gracia sobre el suyo. Sus pechos, firmes y perfectos, rozaban su pecho, sus pezones duros y erectos.
—¿Te gusta, hermanito? —murmuró ella, su voz ronca—. ¿Te gusta verme así?
Alex asintió, su voz atrapada en su garganta. Clara sonrió, una sonrisa que era a la vez dulce y desafiante.
—Entonces, ¿por qué no me lo muestras? —dijo ella, sus manos deslizando por su cuerpo, guiándolo, enseñándole.
Y Alex lo hizo. Con manos temblorosas y corazón acelerado, exploró su cuerpo, descubriendo cada curva, cada secreto. Clara gemía por debajo de él, sus movimientos urgentes y desesperados, su cuerpo respondiendo a cada toque, a cada beso.
Fue una danza primitiva, un baile de cuerpos y almas que se entrelazaban en una unión que iba más allá de la simple física. No había palabras, solo gemidos y susurros, promesas tácitas de un futuro que aún no estaba escrito.
Cuando finalmente se detuvieron, exhaustos y sudorosos, Clara se acurrucó en sus brazos, su cabeza en su pecho.
—¿Y ahora qué? —murmuró ella, su voz baja y ronca.
Alex la abrazó con fuerza, sintiendo su corazón latir en sincronía con el suyo.
—Ahora… —dijo él, su voz firme y decidida—. Ahora viajamos por el mundo, Clara. Tú y yo, juntos.
Ella levantó la cabeza, sus ojos brillando con una luz que era a la vez dulce y desafiante.
—¿Juntos? —repitió ella, su voz un susurro.
—Juntos —confirmó Alex, su voz firme—. Tú eres mi hermosa esposa, Clara. Mi compañera, mi amor.
Ella sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro.
—Entonces, ¿qué esperamos? —dijo ella, su voz llena de emoción—. El mundo nos espera, mi amado hermanastro.
I'll finish off my boyfriend's dumb toy, little brother. Let's ignore him. Let him find out later that I'm on top of you somewhere else. Let's travel in silence.
Y con esas palabras, sellaron su destino, un futuro que era a la vez incierto y lleno de posibilidades. No sabían lo que les deparaba el mañana, pero juntos, enfrentarían cualquier desafío, cualquier obstáculo.
Porque en ese momento, en esa habitación, no había nada más que importara. Solo ellos, sus cuerpos entrelazados, sus almas conectadas en una unión que trascendía el tiempo y el espacio.
El futuro era incierto, pero juntos, lo enfrentarían. Y en ese viaje, descubrirían no solo el mundo, sino también a sí mismos, explorando los límites de su amor y su deseo en una danza interminable de pasión y descubrimiento.