Chapter 53: Secretos Compartidos part 1
Alex descubre a su hermana Clara en una escena íntima con su mejor amigo. La curiosidad malsana se convierte en excitación, y la tensión entre ellos se transforma en una conexión profunda y prohibida.
Alex estaba sentado en su habitación, concentrado en el videojuego que tenía frente a él. El controlador vibraba en sus manos mientras su personaje avanzaba por un mundo virtual lleno de desafíos. Sin embargo, algo interrumpió su concentración: un gemido suave, casi imperceptible, que provenía de alguna parte de la casa. Al principio, lo ignoró, pensando que era solo su imaginación, pero el sonido se repitió, más intenso esta vez. Intrigado, pausó el juego y se levantó sigilosamente, acercándose a la puerta de su habitación.
El sonido provenía del salón, un lugar que normalmente estaba vacío a esa hora de la tarde. Alex, movido por una curiosidad malsana, se acercó con cautela, pegando su oído a la puerta que conectaba su habitación con el pasillo. Los gemidos eran más claros ahora, acompañados de sonidos ahogados que no dejaban lugar a dudas: alguien estaba teniendo sexo. Pero no eran cualquier persona; la voz femenina que escuchaba era inconfundible. Era su hermana mayor, Clara, de 23 años, con quien mantenía una relación tensa y llena de roces.
Con el corazón acelerado, Alex se asomó por la rendija de la puerta del salón. Lo que vio lo dejó sin aliento. Clara, con sus characteristic coletas que le daban un aire inocente, estaba de rodillas frente a su mejor amigo, Lucas. Su boca rodeaba el pene erecto de él, moviéndose con habilidad y dedicación. La escena era tan íntima y erótica que Alex sintió un calor repentino en su entrepierna. Sin pensarlo dos veces, se ajustó los pantalones y se apoyó contra la pared, observando con una mezcla de fascinación y culpa.
Clara levantaba la mirada de vez en cuando, sus ojos cerrados en éxtasis, mientras Lucas gemía suavemente, acariciando su cabello. Alex sabía que ellos eran novios, pero nunca había imaginado que llegarían a ese nivel de intimidad. La idea de que su hermana, con quien discutía casi a diario, estuviera en esa situación con su mejor amigo era surrealista. Y, sin embargo, ahí estaba, testigo de algo que nunca debería haber visto.
Lucas, con un movimiento brusco, apartó a Clara de su regazo y la colocó a cuatro patas en el sofá. Ella no opuso resistencia, sino que se acomodó en la nueva posición, levantando su trasero en el aire. Alex observó cómo el culo de su hermana, cubierto solo por una tanga que ahora estaba a un lado, temblaba de anticipación. Lucas no perdió tiempo; se colocó detrás de ella y, sin preámbulos, penetró su entrada con fuerza. Clara soltó un gemido agudo, agarrándose al borde del sofá mientras él comenzaba a moverse con ritmo constante.
El sonido de la carne chocando llenó la habitación, mezclándose con los gemidos de ambos. Alex, incapaz de apartar la mirada, se llevó una mano a los pantalones, comenzando a masturbarse lentamente. La situación era morbosa, prohibida, pero la excitación que sentía era abrumadora. Ver a su hermana en ese estado, tan vulnerable y entregada, lo enloquecía. Cada embestida de Lucas hacía que el culo de Clara temblara, y Alex imaginó cómo se sentiría estar en el lugar de su amigo.
El ritmo se intensificó, y Clara comenzó a gemir más fuerte, su voz llenando la habitación. Alex apretó los dientes para no hacer ruido, temiendo ser descubierto. Lucas, con una mano en la cadera de Clara, la guiaba mientras su otra mano se movía entre sus cuerpos, estimulando su clítoris. Ella estaba al borde del orgasmo, y Alex podía ver cómo su cuerpo se tensaba, sus músculos contraídos en anticipación.
Finalmente, Lucas soltó un gruñido gutural y se detuvo, su cuerpo temblando mientras eyaculaba dentro de Clara. Ella soltó un gemido largo y profundo, su cabeza cayendo hacia adelante mientras su cuerpo se relajaba. El líquido blanco comenzó a escurrir por su entrada, manchando el sofá. Alex, con la respiración entrecortada, terminó lo que había comenzado, eyaculando en su mano con un suspiro de alivio.
Cuando todo terminó, Clara y Lucas se separaron, tomándose un momento para recuperarse. Ella se limpió con un pañuelo que Lucas le pasó, mientras él se ajustaba la ropa. Alex, aún escondido, observó cómo se despedían con un beso rápido antes de que Lucas saliera de la habitación. Una vez que la puerta se cerró, Alex salió de su escondite, acercándose a Clara con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¿Hermanita? —dijo, su voz cargada de burla—. ¿Qué tal estuvo tu sesión de gimnasia?
Clara, que estaba recogiendo sus cosas, lo miró con una expresión de fastidio que rápidamente se convirtió en una sonrisa pícara. —¿Me estabas espiando, Alex? —preguntó, levantando una ceja.
—¿Yo? —respondió él, fingiendo inocencia—. Solo pasaba por aquí y escuché unos ruidos extraños.
Ambos rieron, una risa complicidad que rompía la tensión que normalmente existía entre ellos. Clara se acercó a Alex, tomándolo por los hombros y mirándolo a los ojos. —Sabes que no soy la única que tiene secretos, ¿verdad? —murmuró, su aliento cálido en su rostro.
Alex sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¿A qué te refieres? —preguntó, aunque sabía perfectamente a qué se refería.
Clara sonrió, acercándose aún más y dándole un beso suave en la mejilla. —Sé que te masturbas viéndonos —susurró—. Y no te preocupes, no diré nada. Tenemos una relación especial, ¿no crees?
Alex asintió, sintiendo una conexión extraña pero profunda con su hermana. —Sí —respondió—. Nos apoyamos mutuamente, aunque a veces no lo parezca.
Ella lo abrazó, y él correspondió, sintiendo una calidez que no podía explicar. Sabía que su relación era complicada, llena de altibajos, pero en ese momento, todo parecía tener sentido. Ambos usaban a otras personas para su placer, pero al final del día, se tenían el uno al otro.
—Eres una pervertida, Clara —dijo Alex, rompiendo el abrazo y mirándola con una sonrisa.
—Y tú eres un mirón, Alex —respondió ella, devolviéndole la sonrisa—. Pero te quiero, hermanito.
—Yo también te quiero, hermanita —dijo él, sintiendo una emoción que no podía describir.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose con una comprensión mutua que no necesitaban explicar. La tarde caía, y la casa se llenaba de una tranquilidad extraña, como si el mundo afuera no existiera. Alex y Clara, a pesar de sus diferencias, habían encontrado un equilibrio en su relación, uno que se basaba en el apoyo mutuo y en la aceptación de sus secretos más íntimos.
Mientras se sentaban juntos en el sofá, Alex no pudo evitar pensar en lo complicado que era todo, pero también en lo perfecto que se sentía en ese momento. La vida era un caos, pero al menos tenían el uno al otro, incluso si eso significaba compartir secretos que nadie más debería saber. Y en ese abrazo, en esa complicidad, encontraron un refugio que los hacía sentir completos, aunque fuera solo por un instante.