Chapter 52: Joel, pure or cuckold? Part 2
La dualidad de su amor se revela en la iglesia. Una monja, un pecado, y un hombre que la seduce en el confesionario. ¿Podrán Joel y Sor Elena escapar de sus oscuros deseos y encontrar su paraíso?
La mañana se filtraba suavemente por las cortinas de la habitación, iluminando el cuerpo desnudo de Joel y su esposa, Sor Elen. El aroma a incienso y sábanas limpias impregnaba el aire, un recordatorio constante de la dualidad de su vida. Joel, con el cabello revuelto y una sonrisa satisfecha, acariciaba la espalda de Elena, cuya piel aún conservaba el calor de su pasión recién compartida. Ella, con su hábito doblado cuidadosamente sobre una silla parecida, una extraña mezcla de inocencia y deseo, su rostro sereno pero sus mejillas teñidas de un rubor que delataba su reciente entrega.
—Debo irme —murmuró Elen, su voz suave pero firme, como si intentara convencerse a sí misma más que a él.
Joel ascendió, aunque su corazón se encogió al pensar en dejarla ir. Sabía que su amor era un pecado, un secreto que ambos guardaban con celo. Pero no podía evitar sentir una extraña excitación al pensar en ella, su monja, en la iglesia, rodeada de hombres que no conocían su verdadera naturaleza.
—Te llevaré —dijo Joel, besando su hombro con ternura. —No quiero que vayas sola.
Elena se vistió con su hábito, cada movimiento cargado de una gracia que Joel admiraba en silencio. Cuando estuvo lista, él la tomó de la mano y juntos salieron hacia la iglesia, un edificio antiguo cuyas paredes parecían susurrar historias de fe y sacrificio.
Al llegar, Joel se quedó en la sombra, observando cómo Elena se mezclaba con los feligreses. Su presencia era serena, su sonrisa cálida, pero algo en su mirada delataba una inquietud que Joel no podía ignorar. No pasó desapercibido para él cómo un hombre, un parroquiano regular, se acercó a ella con una familiaridad que le resultaba incómoda. El hombre, de mediana edad y con una sonrisa demasiado amplia, le rozó el trasero al pasar, un gesto que Elena parecía ignorar.
Joel sintió un nudo en el estómago, pero para su sorpresa, también una extraña excitación. ¿Por qué no se defendió? ¿Por qué permitía esa intimidada? Sus pensamientos eran confusos, oscuros, pero no podía apartar la mirada.
El hombre susurró algo al oído de Elen, y ella se acercó, su expresión impasible. Joel los siguió con la mirada mientras se dirigían al confesionario, un pequeño espacio íntimo donde los pecados se confesaban y se buscaba redención. Desde su posición, podía ver cómo el hombre se sentaba en el banco, sus manos inquietas, su respiración acelerada. Elena se arrodilló frente a él, y Joel contuvo el aliento.
Lo que sucedió a continuación fue como una escena de un sueño febril. El hombre se desabrochó los pantalones, su miembro erecto emergiendo con una crudeza que contrastaba con el sagrado entorno. Elen, sin dudar, lo tomó entre sus labios, sus movimientos lentos y deliberados. Los sonidos húmedos, los sorbos, llenaron el pequeño espacio, y Joel sintió cómo su propia excitación crecía, una mezcla de vergüenza y deseo que lo consumía.
Pero no fue solo la felación lo que lo dejó sin aliento. El hombre, con una brutalidad que Joel no esperaba, la penetró por detrás, sus embestidas rápidas y despiadadas. Elena no emitió un sonido, su rostro aún sereno, como si estuviera ofreciendo su cuerpo en un acto de sacrificio. Joel observó, impotente y excitado, cómo el hombre alcanzaba su clímax, su semen llenando el interior de Elena antes de retirarse con una sonrisa satisfecha.
Cuando el hombre se marchó, Elen se quedó allí, inmóvil, como si estuviera procesando lo que acababa de suceder. Joel se acercó, su corazón latiendo con fuerza, y la tomó de la mano.
—Vamos —dijo, su voz ronca. —Te llevaré a casa.
En el camino de regreso, Joel no pudo evitar sentirse culpable. ¿Por qué había permitido que eso sucediera? ¿Por qué había sentido placer al verla así? Sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias, pero una cosa era clara: no podía permitir que continuara.
—Ya no trabajarás más aquí —dijo, su tono firme. —Te lo prometo.
Elen lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de gratitud y tristeza. No dijo nada, pero asintió, como si entendiera que su vida juntos debía cambiar.
Al final del día, cuando el sol se ponía sobre el horizonte, Joel y Elen se encontraron en su pequeño apartamento. La tensión del día aún persistía, pero también había algo más: una conexión más profunda, un entendimiento mutuo que trascendía las palabras.
—Te amo —dijo Joel, tomando su rostro entre sus manos. —Te amo, mi monja.
Elena sonrió, una sonrisa verdadera y llena de amor. —Y yo a ti.
Decidieron dejar todo atrás. Vendieron sus pertenencias y compraron una cabaña cerca de un lago, un lugar donde podían ser ellos mismos, sin juicios ni secretos. Su luna de miel fue un tiempo de redescubrimiento, de pasión y ternura.
Una noche, mientras la luna iluminaba el lago, Joel acarició los pechos de Elen, su tacto suave pero firme. La besó con una intensidad que hablaba de su amor, de su deseo de protegerla y amarla por siempre.
—Te amo, mi monja —susurró, su aliento cálido en su oído.
Elen lo abrazó con fuerza, sus cuerpos uniéndose en un baile familiar y apasionado. Joel la penetró con lentitud, cada movimiento una declaración de su amor, de su compromiso. Sus gemidos se mezclaron con el sonido del agua, su amor un reflejo de la tranquilidad del lago.
Cuando alcanzaron el clímax, fue como si el mundo se detuviera. Joel se quedó dentro de ella, su respiración entrecortada, su corazón latiendo al unísono con el de ella.
—Te amo —repitió, su voz un susurro en la oscuridad.
Se besaron en silencio, sus labios sellando una promesa de amor eterno. En ese momento, nada más importaba. Estaban juntos, y eso era suficiente.
La cabaña, el lago, su amor: era su paraíso, un lugar donde podían ser felices, lejos de los juicios y las sombras del pasado. Y mientras se acurrucaban juntos, bajo la luz de la luna, supieron que habían encontrado lo que siempre habían buscado: un amor que trascendía todo, incluso sus propios deseos oscuros.
¿Cómo debería continuar la historia?
1.
Joel y Elen descubren que su cabaña está cerca de una comunidad religiosa secreta que practica rituales eróticos, y son invitados a participar en una ceremonia que desafía sus límites y profundiza su conexión.
2.
Un antiguo diario encontrado en la cabaña revela la historia de una monja que vivió allí siglos atrás, cuya vida de pasión y sacrificio comienza a influir en los sueños y deseos de Elen, llevándola a explorar nuevas formas de entrega.
3.
Un extraño llega al lago, afirmando ser un confesor errante, y ofrece a Joel y Elen una serie de pruebas espirituales y físicas que ponen a prueba su amor y su fe, mientras despierta deseos ocultos.
4.
Elen comienza a experimentar visiones de una vida pasada como monja en un convento donde el placer y la penitencia se entrelazaban, lo que la lleva a recrear esos rituales con Joel en la cabaña, mezclando dolor y éxtasis.
5.
La tranquilidad del lago se ve interrumpida por la llegada de un grupo de peregrinos que buscan un relicario sagrado escondido en la zona, y Joel y Elena se ven envueltos en una búsqueda que los lleva a descubrir secretos sobre su propio pasado y deseo.