Chapter 42: the dark desire and the most loving ( 1 )
Li Wei y Mei Ling exploran los límites de su deseo. La noche de bodas es solo el comienzo de una relación intensa y apasionada, donde el dominio y la sumisión se entrelazan. ¿Hasta dónde llegarán en su viaje juntos?
En una remota aldea de la China rural, donde el tiempo parecía fluir con la lentitud de un río antiguo, un hombre llamado Li Wei había renacido con un propósito claro: vivir una vida llena de deseos cumplidos. Entre sus anhelos más profundos, había uno que sobresalía por encima de todos: tener una esposa con un cuerpo que fuera la envidia de cualquier hombre. Y así fue como llegó a su vida Mei Ling, una mujer de belleza extraordinaria, con un trasero firme y redondo que parecía desafiar la gravedad, y pechos generosos que se balanceaban con gracia al caminar.
La noche de bodas llegó, y Li Wei no podía contener su excitación. La habitación, iluminada por la luz temblorosa de una vela, olía a incienso y a flores frescas. Mei Ling, vestida con un delicado camisón de seda roja, se sentó en el borde de la cama, sus manos entrelazadas en su regazo, su rostro teñido de un rubor tímido. Li Wei, con una sonrisa de satisfacción, se acercó a ella, su presencia dominante llenando el espacio entre ellos.
—Mei Ling —murmuró, su voz profunda y cargada de deseo—, esta noche eres mía.
Ella levantó la mirada, sus ojos negros brillando con una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Li Wei no perdió tiempo. Con manos seguras, deslizó el camisón por los hombros de Mei Ling, revelando su cuerpo perfecto. Sus pechos, plenos y suaves, se elevaron con su respiración acelerada, y su trasero, que tanto había admirado, se veía aún más tentador bajo la luz tenue.
—Eres hermosa —susurró, antes de inclinarse y capturar sus labios en un beso apasionado.
Mei Ling se dejó llevar, sus manos aferrándose a los hombros de Li Wei mientras él la besaba con una intensidad que la dejó sin aliento. La empujó suavemente hacia atrás, hasta que su cuerpo quedó recostado sobre las sábanas de seda. Li Wei se despojó de su túnica, revelando su torso musculoso y su erección evidente bajo los pantalones. Se arrodilló entre sus piernas, sus manos explorando cada curva de su cuerpo con una mezcla de reverencia y urgencia.
—Relájate, mi amor —murmuró, mientras sus dedos trazaban círculos en su vientre, acercándose peligrosamente a su intimidad.
Mei Ling cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo respondía a su toque. Li Wei no tardó en deslizar sus manos bajo sus nalgas, alzando su trasero para alinearlo con su erección. Con un movimiento firme, penetró su cuerpo, llenándola por completo. Mei Ling soltó un gemido ahogado, su cuerpo tensándose ante la invasión.
—Tranquila —susurró Li Wei, comenzando a moverse con un ritmo lento pero constante—. Déjate llevar.
Ella obedeció, relajando sus músculos mientras Li Wei aumentaba la intensidad de sus embestidas. La cama crujió bajo su peso, y los gemidos de Mei Ling llenaron la habitación, mezclándose con los gruñidos de placer de Li Wei. Sus manos apretaron sus nalgas, levantándola para encontrar un ángulo más profundo, y Mei Ling se aferró a sus hombros, sus uñas clavándose en su piel.
—Li Wei… —gimió, su voz quebrada por el placer.
—Sí, mi amor —respondió él, su voz ronca—. Soy yo quien te llena, quien te hace sentir así.
Con cada embestida, Mei Ling se sentía más cerca del borde, su cuerpo temblando al borde del éxtasis. Li Wei lo notó, acelerando su ritmo hasta que finalmente, con un grito ahogado, ella alcanzó el clímax. Su cuerpo se convulsionó a su alrededor, y Li Wei aprovechó el momento para liberar su propia semilla en su interior, marcando su territorio con un rugido de satisfacción.
—Eres mía —murmuró, colapsando sobre ella, su respiración agitada—. Solo mía.
Mei Ling, aún temblorosa, asintió, sus manos acariciando su espalda con ternura. Li Wei la besó suavemente, antes de rodar a su lado, abrazándola contra su pecho. La habitación quedó en silencio, solo el sonido de sus respiraciones entrecortadas rompiendo la quietud.
Los días siguientes fueron una mezcla de pasión y descubrimiento. Li Wei no podía saciar su deseo por Mei Ling, y cada noche la reclamaba como suya, explorando cada centímetro de su cuerpo con una devoción que la dejaba sin aliento. Pero su ambición no se limitaba a la intimidad de su dormitorio. Li Wei tenía otros planes para su esposa, planes que involucraban a los hombres de la aldea.
Una mañana, mientras Mei Ling trabajaba en el campo, recogiendo verduras para la cena, Li Wei se acercó a ella con una sonrisa enigmática.
—Mei Ling —dijo, su voz baja pero firme—, hoy quiero que hagas algo por mí.
Ella lo miró, sus manos deteniéndose en medio del movimiento.
—¿Qué es, Li Wei? —preguntó, su voz suave pero curiosa.
—Quiero que les muestres tu trasero a los hombres de la aldea —dijo él, sin rodeos—. Quiero que vean lo que es mío.
Mei Ling palideció, sus ojos ensanchándose en sorpresa.
—¿Qué? —susurró, su voz temblorosa—. No puedo hacer eso, Li Wei.
—Puedes y lo harás —respondió él, su tono dejando claro que no aceptaría una negativa—. Confío en ti, Mei Ling. Sé que lo harás bien.
Ella bajó la mirada, sus mejillas ardiendo de vergüenza. Pero algo en la mirada de Li Wei la hizo obedecer. Con el corazón latiendo con fuerza, se ajustó el vestido, asegurándose de que su trasero quedara bien expuesto, y continuó trabajando, consciente de las miradas que se posaban sobre ella.
Los hombres de la aldea no tardaron en notar el cambio. Mientras Mei Ling se agachaba para recoger las verduras, sus vestidos se alzaban, revelando su trasero perfecto. Susurros y miradas de deseo se intercambiaron entre ellos, y algunos se acercaron para "ayudarla", sus manos rozando su cuerpo de manera casual, pero intencional. Mei Ling se sonrojó, pero no se retiró, recordando las palabras de Li Wei.
Esa noche, cuando Li Wei regresó a casa, encontró a Mei Ling sentada en el umbral, su rostro aún teñido de rubor.
—¿Lo hiciste? —preguntó él, su voz cargada de anticipación.
Ella asintió, su voz apenas un susurro.
—Sí.
Li Wei sonrió, su orgullo evidentemente.
—Bien hecho, mi amor. Ahora, es hora de que conozcas a algunos de mis amigos.
Mei Ling lo miró, confusa, mientras Li Wei abría la puerta de par en par, revelando a tres hombres de la aldea parados en el umbral. Sus pantalones estaban bajados, dejando al descubierto sus erecciones, y sus ojos brillaban con deseo al ver a Mei Ling.
—Entren —dijo Li Wei, con una sonrisa satisfecha—. Mi esposa los está esperando.
Los hombres no necesitaron más invitación. Entraron en la casa, sus ojos devorando a Mei Ling mientras ella se ponía de pie, su cuerpo temblando de nerviosismo. Li Wei la tomó de la mano, guiándola hacia los hombres.
—Mei Ling —dijo, su voz baja y seductora—, muéstrales lo que has aprendido hoy.
Ella lo miró, buscando aprobación en sus ojos, y luego se volvió hacia los hombres. Con manos temblorosas, se levantó el vestido, revelando su trasero a su mirada ávida. Los hombres gruñeron de aprobación, sus erecciones palpitando al aire.
—Ahora —dijo Li Wei, su voz un susurro—, hazlos felices.
Mei Ling cerró los ojos, sintiendo la vergüenza y el deseo guerrear en su interior. Pero la mirada de Li Wei la impulsaba, y con un suspiro, se arrodilló frente a los hombres. Sus manos temblorosas se extendieron, tocando las erecciones palpitantes, y ella comenzó a lamer y chupar, sus labios envolviendo cada una con devoción.
Los hombres gemían de placer, sus manos enredándose en su cabello mientras ella trabajaba, su boca moviéndose de uno a otro, saboreando su esencia. Li Wei observaba, su erección creciendo al ver a su esposa complacer a otros hombres. Cuando finalmente terminaron, Mei Ling se sentó en el suelo, su rostro brillante de sudor y vergüenza.
Li Wei se arrodilló frente a ella, tomándola en sus brazos.
—Buena chica —murmuró, besando su frente—. Ahora, es mi turno de recompensarte.
La llevó a la cama, donde la hizo suya con una pasión que la dejó sin aliento. Sus manos apretaron sus nalgas, sus embestidas profundas y firmes, recordándole quién era su amo. Mei Ling gimió de placer, su cuerpo respondiendo a su toque con una intensidad que la abrumó.
—Li Wei… —gimió, su voz quebrada—. Eres… mi mayor placer.
—Siempre lo seré —respondió él, su voz ronca mientras alcanzaba su propio clímax, llenándola una vez más con su semilla—. Siempre.
La noche cayó sobre la aldea, y en la pequeña casa de Li Wei y Mei Ling, el silencio solo era roto por sus respiraciones entrecortadas. Pero en la quietud, había una tensión, una promesa de más por venir. Mei Ling, acurrucada en los brazos de Li Wei, se preguntaba qué otros deseos tendría su esposo, y si estaría dispuesta a cumplirlos. Y Li Wei, con una sonrisa satisfecha en su rostro, sabía que su esposa era capaz de mucho más, y que su viaje juntos apenas comenzaba.
El futuro era incierto, lleno de posibilidades y deseos por cumplir. Y en esa incertidumbre, yacía la promesa de un placer aún mayor.
¿Cómo debería continuar la historia?
1.
Mei Ling descubre un antiguo manual de técnicas sexuales en la casa de Li Wei, lo que los lleva a explorar prácticas eróticas tradicionales chinas, intensificando su conexión y llevando su relación a un nuevo nivel de intimidad y sumisión.
2.
Li Wei decide organizar una competencia erótica en la aldea, donde Mei Ling debe seducir y complacer a los hombres uno por uno, mientras él observa y evalúa su desempeño, aumentando la tensión y el deseo entre ellos.
3.
Un viajero misterioso llega a la aldea y ofrece a Li Wei un elixir que aumenta el deseo sexual, pero con efectos secundarios impredecibles, lo que lleva a Mei Ling a experimentar sensaciones intensas y a explorar nuevos límites en su sexualidad.
4.
Mei Ling comienza a tener sueños eróticos recurrentes sobre una mujer de la aldea, lo que despierta su curiosidad y la lleva a explorar su bisexualidad, mientras Li Wei observa y guía su exploración con una mezcla de celos y excitación.
5.
La aldea celebra un festival tradicional que incluye rituales sexuales, y Li Wei decide que Mei Ling participe en una ceremonia donde debe ofrecer su cuerpo a los dioses, lo que la lleva a experimentar una mezcla de vergüenza, excitación y liberación.