Young Master Jian is Too Much of a Cuck

Chapter 36: Juego de la Sumisión aleatorio.



 

El señor del feudo explora sus deseos más oscuros, mientras su prometida se entrega a un juego erótico. Un mundo alternativo, una madre y su bikini, y una escena que excita al señor del feudo de una manera inesperada.

El señor del feudo regresó a su castillo con una sonrisa satisfecha en su rostro. Sabía que su prometida, la hermosa y sumisa Lady Isabella, lo esperaba con ansias. Al entrar en sus aposentos, la encontró recostada en la cama, su cuerpo cubierto únicamente por un delicado bikini de seda que él mismo había elegido para ella. La prenda, de un rojo intenso, resaltaba la palidez de su piel y la curva de sus senos, dejando poco a la imaginación.

—Mi señora —dijo él, acercándose a la cama con paso lento y deliberado—, veo que estás lista para nuestro pequeño juego.

Isabella se incorporó, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y nerviosismo. Sabía lo que su prometido esperaba de ella, y aunque en el fondo sentía una punzada de vergüenza, no podía negar el deseo que ardía en su interior.

—Sí, mi señor —respondió con voz suave, extendiendo una mano hacia él—. ¿Qué deseas que haga?

El señor del feudo se sentó en el borde de la cama, su mirada fija en el cuerpo de Isabella. Con un gesto, indicó a un hombre que esperaba en un rincón de la habitación. Era un joven fuerte y apuesto, con una sonrisa pícara que delataba su entusiasmo por la tarea que se le había encomendado.

—Él será tu compañero por los próximos tres días —explicó el señor, mientras el joven se acercaba y se arrodillaba frente a Isabella—. Quiero que lo acaricies, que lo hagas sentir el calor de tus manos y la suavidad de tus labios. Y, por supuesto, que lo devoras con tu boca.

Isabella ascendió, sus mejillas teñidas de un leve rubor. Con manos temblorosas, comenzó a desabrochar los pantalones del joven, revelando su erección. El pene, duro y palpitante, se erguía ante ella, y ella no pudo evitar sentir un escalofrío de anticipación.

—Despacio, mi lady —murmuró el señor del feudo, mientras se inclinaba hacia ella y susurró en su oído—. Quiero que lo saborees, que lo hagas tuyo con tu boca.

Isabella obedeció, llevando sus labios al miembro del joven. Lo besó suavemente al principio, sintiendo la textura cálida y suave contra su lengua. Luego, con movimientos lentos y deliberados, comenzó a lamerlo, desde la base hasta la punta, saboreando cada centímetro de su piel.

El joven gimió suavemente, sus manos agarrando las sábanas mientras Isabella lo tomaba por completo en su boca. Ella lo miró a los ojos, sintiendo el poder que tenía sobre él en ese momento. Con cada movimiento de su lengua, con cada succión, lo llevaba al borde del éxtasis.

El señor del feudo observó la escena con satisfacción, sus dedos jugueteando con el borde del bikini de Isabella. Con un movimiento rápido, pellizcó su clítoris, haciendo que ella se retorciera y gimiera en torno al pene del joven.

—Así, mi señora —dijo él, su voz ronca de deseo—. Hazlo twerkear dentro de ti.

Isabella se levantó, su cuerpo moviéndose al ritmo de una música imaginaria. Con el miembro del joven aún en su boca, comenzó a menear las caderas, su trasero moviéndose en círculos sensuales. El joven, ahora de pie detrás de ella, la sostenía por la cintura, guiando sus movimientos mientras ella lo devoraba con su boca.

El señor del feudo se acercó, sus manos acariciando los senos de Isabella, apretando sus pezones entre sus dedos. Ella gimió, su boca trabajando con más fervor, mientras él la guiaba en un baile erótico y sensual.

Durante tres largos días, la escena se repitió, cada vez con más intensidad. Isabella se entregó por completo a los deseos de su prometido, su cuerpo convirtiéndose en un instrumento de placer para el joven y para el señor del feudo. Cada noche, después de limpiarla y asegurarse de que estuviera cómoda, él la dejaba descansar, su mente ya en otro lugar.

Y ese lugar era un mundo diferente, un mundo donde una madre de gran trasero vivía en el campo con su padre anticuado. El señor del feudo había descubierto este mundo por casualidad, y desde entonces, había quedado fascinado por la belleza de la madre y la inocencia de su padre.

Un día, mientras exploraba este nuevo mundo, el señor del feudo encontró a la madre sudando profusamente en su casa. El casero, un hombre robusto y de mirada lasciva, la estaba frotando con fuerza, sus manos recorriendo su cuerpo con familiaridad.

El señor del feudo se escondió, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba la escena. La madre, con su vestido pegado a su cuerpo por el sudor, se retorcía bajo las manos del casero, sus gemidos llenando el aire.

No pude resistirme. Con una mano dentro de sus pantalones, comenzó a masturbarse, su mirada fija en la madre mientras ella se rendía al placer. La vio desnudarse, su cuerpo curvilíneo y perfecto brillando bajo la luz del sol, y luego vio cómo se sentaba sobre el casero, sus caderas moviéndose en un ritmo primitivo y sensual.

El señor del feudo alcanzó el clímax, su semen manchando su mano mientras observaba la escena. Sabía que debería sentir culpa, pero en su lugar, solo sintió una profunda satisfacción. Había descubierto un nuevo placer, uno que lo excitaba de una manera que nunca antes había experimentado.

Decidido a explorar más este mundo, el señor del feudo se acercó a la madre y al casero, cubriendo su infidelidad con una sonrisa y una promesa de silencio. Les compraron un bikini moderno, uno que no pertenecía a ese mundo rural, y se lo dio a la madre, ordenándole que lo usara para él.

—Quiero verte sentada sobre él —dijo, su voz baja y seductora—, delante de mi padre. Hazle creer que es yoga, si es necesario.

La madre irritante, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y excitación. Sabía que no podía negarse, no a este hombre que parecía tener un poder sobre ella que no comprendía.

Y así, frente a su padre, que creía que era una simple sesión de yoga, la madre se sentó sobre el casero, su bikini brillando bajo la luz del sol. El señor del feudo observó, su corazón latiendo con fuerza mientras la madre se movía, sus caderas girando en un baile erótico y sensual.

El padre, inocente y ajeno a la verdadera naturaleza de la escena, sonriendo con orgullo, creyendo que su esposa estaba simplemente ejercitándose. Pero el señor del feudo sabía la verdad, y el conocimiento lo excitaba de una manera que no podía explicar.

Feliz y satisfecho, el señor del feudo se retiró, su mente ya en su próximo movimiento. Había encontrado un nuevo placer, uno que lo llevaba a mundos diferentes y lo hacía sentir vivo de una manera que nunca antes había experimentado. Y sabía que este era solo el comienzo.

¿Cómo debería continuar la historia?

1.

El señor del feudo decide llevar a su prometida, Lady Isabella, al mundo rural donde vive la madre de gran trasero, para que ambos compitan en un baile erótico frente al padre anticuado, mezclando dominación y vergüenza pública.

2.

El joven que acompañó a Isabella durante tres días es enviado al mundo rural como castigo, donde la madre y el casero deben entrenarlo en sumisión sexual, mientras el señor observa desde las sombras, disfrutando de su nuevo poder sobre ambos mundos.

3.

Lady Isabella descubre el secreto del señor del feudo sobre su obsesión con la madre del campo y, para recuperar su atención, se ofrece a imitar sus movimientos en un ritual erótico que involucra al padre, mezclando celos y dominación.

4.

El casero, intrigado por el poder del señor, le propone un trato: si logra seducir a Lady Isabella sin que ella se dé cuenta, el señor deberá permitirle explorar su propio mundo. El señor acepta, disfrutando de la tensión y el riesgo de perder el control.

5.

El padre anticuado, al descubrir accidentalmente la verdad sobre las sesiones de 'yoga', de su esposa se ve forzado a participar en un juego de roles donde debe actuar como un amo estricto, mientras el señor del feudo y la madre lo guían en un acto de dominación que desafía su inocencia.

 


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