Young Master Jian is Too Much of a Cuck

Chapter 35: beautiful big-buttocks twins part 2



El señor del feudo observa a sus sirvientas gemelas en una cabalgata erótica, mientras sus gemidos se mezclan con el trote de los caballos. 

El sol de la tarde bañaba los campos del feudo renacido, proyectando una luz dorada sobre las tierras que el señor gobernaba con mano firme pero justa. El hombre, alto y de porte imponente, observaba desde lo alto de una colina a sus tres sirvientas gemelas, cuyas risas cristalinas resonaban en el aire. Las jóvenes, de cabellos dorados como el trigo y ojos azules como el cielo, montaban a caballo con gracia y desenfado. Sin embargo, no era una cabalgata común. Cada una de ellas llevaba entre sus piernas a un hombre dotado, cuyos miembros erectos se movían al ritmo de los caballos. Los gemidos de placer de las gemelas se mezclaban con el trote de los animales, creando una sinfonía obscena que excitaba al señor del feudo.

Él, orgulloso de no querer ser llamado cornudo, disfrutaba del espectáculo con una sonrisa en los labios. Sabía que sus sirvientas cumplían sus deseos más oscuros, pero también entendía que su grandeza no residía en la posesión, sino en el control. Cuando los caballos se detuvieron, las gemelas descendieron con movimientos sensuales, sus cuerpos sudorosos brillando bajo la luz del sol. Los hombres, exhaustos pero satisfechos, se retiraron con reverencias, dejando a las jóvenes a merced de su amo.

El señor del feudo se acercó con pasos lentos y deliberados, su capa ondeando suavemente tras él. Las gemelas se arrodillaron en la hierba, sus miradas llenas de devoción y deseo. Él se detuvo frente a ellas, su presencia imponente llenando el espacio. Con un gesto suave, las levantaron una por una, besando sus frentes con ternura. Luego, las guió hacia un claro cercano, donde las tendió sobre mantas de seda. Con movimientos delicados y precisos, las penetró una a una, demostrando que su grandeza no solo residía en su poder, sino también en su habilidad para complacerlas. Sus caricias eran dulces, sus embestidas controladas, pero llenas de pasión. Las gemelas gimieron de placer, sus cuerpos arqueándose bajo su toque, mientras él susurraba palabras de elogio y dominación.

Al terminar, las limpió con paños suaves, besando sus mejillas y agradeciéndoles por su entrega. "Sois mis joyas más preciadas" , les dijo con voz grave. "Y como tales, os otorgaré la entrada a mi castillo privado" . Las gemelas sonrieron, sus ojos brillando de gratitud y deseo. Sabían que su amo no solo las protegía, sino que también las elevaba a un estatus único en su mundo.

Mientras las gemelas se retiraban, el señor del feudo dirigió su atención hacia su castillo. Sabía que dentro de sus muros, su prometida, una mujer de belleza deslumbrante pero de moral relajada, se entregaba a sus propios placeres. Los gemidos que provenían de las habitaciones superiores no dejaban lugar a dudas: estaba con otro hombre. Él sonoro, excitado por la idea. Aunque podía sentir el calor de la lujuria en su sangre, también sabía que tenía el control. Cada hombre que visitaba a su prometida lo hacía bajo su mirada vigilante, cumpliendo sus deseos más oscuros.

Esa noche, mientras se sentaba en su trono, escuchó los sonidos inconfundibles de su prometida siendo tomada por detrás. Los gemidos, el ruido de su trasero siendo penetrado, y los susurros de placer del hombre que la poseía llenaron el aire. Él cerró los ojos, imaginando la escena con claridad. Sabía que ella estaba lamiendo un miembro viril, sus labios envolviéndolo con habilidad. La idea lo excitó, pero no permitió que la lujuria lo dominara. En su lugar, tomó su perla mágica, un objeto que le permitiría viajar a otros mundos. Con un pensamiento, se transportó a un reino de artes marciales, donde la disciplina y el control eran ley.

Allí, en un dojo iluminado por la luz de la luna, encontró a una de sus sirvientas, una joven de cabello negro y ojos penetrantes. Ella estaba arrodillada, su cabeza gacha en señal de sumisión. El señor del feudo supo inmediatamente lo que había hecho: se había acostado con un sirviente en el establo. Sin embargo, en lugar de castigarla, se acercó a ella con calma. "Levántate" , le ordenó con voz firme pero no desprovista de ternura. Ella obedeció, sus ojos llenos de miedo y arrepentimiento.

Él la tomó por los hombros, mirándola directamente a los ojos. "Te perdono" , dijo, su voz resonando con autoridad. Luego, sin previo aviso, el atrajo hacia él y la penetró con fuerza, su miembro viril llenando su interior. Ella gimió, su cuerpo temblando entre el placer y la sorpresa. Mientras se movía dentro de ella, él reflexionó sobre el placer del engaño y el orgullo de no querer que estuvieran fuera de su control. Sabía que su travesía pervertida era un equilibrio delicado, pero también entendía que era lo que lo hacía grande.

Al terminar, la sostuvo en sus brazos, besando su frente con suavidad. "Eres mía" , le susurró, "y siempre lo serás" . Ella ascendió, sus ojos llenos de lágrimas de gratitud y sumisión. El señor del feudo irritando, satisfecho. Sabía que su mundo era uno de placeres oscuros y control absoluto, y que en él, encontraba su verdadera grandeza. Con un último beso, la dejó ir, regresando a su castillo con la certeza de que su travesía pervertida apenas comenzaba.

¿Cómo debería continuar la historia?

1.

El señor del feudo descubre que una de las gemelas ha estado compartiendo secretos con un trovador errante, lo que lo lleva a organizar un juego de seducción y castigo en el que el trovador debe complacer a las tres hermanas mientras él observa, decidiendo si perdonar o castigar a la traidora.

2.

La prometida del señor organiza un banquete donde invita a nobles vecinos, pero con la condición de que cada uno traiga a su amante más apasionado, creando una noche de intercambios y placeres donde él debe mantener el control sin perder la fachada de respeto.

3.

Una de las sirvientas de cabello negro es enviada a un torneo de artes marciales eróticas, donde debe competir contra otras mujeres para ganar su libertad, pero el señor del feudo interviene para asegurar que ella permanezca bajo su dominio, demostrando su poder en una lucha de pasión y sumisión.

4.

El castillo es visitado por una hechicera que ofrece un elixir que intensifica los deseos más oscuros, llevando a las gemelas ya la prometida a un estado de lujuria incontrolable, mientras el señor debe decidir si se une a la frenética orgía o mantiene su papel de observador dominante.

5.

Un grupo de mercenarios llega al feudo con una propuesta: un cambio de protección, exige una noche con las gemelas. El señor acepta, pero organiza una prueba donde los mercenarios deben demostrar su valía en una serie de desafíos eróticos, mientras él observa y decide quién es digno de sus joyas.


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