Chapter 18: Diario
Con Hermione reposando en la cama de la enfermería en su estado original , aguardábamos la llegada de Harry y Ron. Debo admitir que burlarse de una mujer en una condición tan delicada no fue mi mejor decisión. Me costaron muchos ronroneos y miradas lastimeras lograr que Hermione me perdonara.
El silencio en la enfermería fue interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse. El dúo dinámico entró, llevando consigo una libreta que me resultaba familiar, aunque no podía recordar exactamente por qué.
—¡Oh, valientes héroes! Después de su larga aventura, ¿lograron rescatar a la princesa? —dije con tono teatral mientras me estiraba perezosamente sobre la cama de Hermione.
—¡Cale, deja de bromear! —respondió Ron con el ceño fruncido—. Bien, ¿qué averiguaron?
Hermione, siempre práctica, fue al grano:
—Déjenme ver esa libreta.
La observó con atención, y lo que dijo luego me hizo sentir muy satisfecho conmigo mismo. Había predicho este desenlace, claro, porque soy un genio. Tal vez debería impartir clases de Adivinación los viernes.
—Dice... Tom Ryddle —anunció Hermione, levantando la vista de las páginas.
—¿Tom Ryddle? —Ron frunció el ceño, tratando de recordar—. ¡Ah, claro! Ese fue el nombre que vi en un trofeo cuando estaba castigado. Me tocó limpiar los trofeos del colegio, y vomité babosas sobre el que llevaba su nombre. No lo olvidé.
—¿De qué era el trofeo? —preguntó Harry.
—Un reconocimiento, hace 50 años. Por servicios especiales a la escuela.
—¿Dijiste hace 50 años? —Hermione pareció conectar las piezas—. Draco mencionó que la última vez que abrieron la Cámara de los Secretos fue hace 50 años. Quizás este diario explique cómo abrirla o qué criatura vive ahí. Si alguien dejó este diario, quien sea que esté detrás de todo esto seguramente no quería que lo encontráramos.
—Buena teoría, pequeño Watson —intervine, recibiendo una mirada de reproche de Hermione—. Aunque también podría haberlo dejado a propósito para que alguien lo descubriera.
—Es posible —respondió Hermione, pensativa, acariciándose la barbilla—. Pero hay un problema: no hay nada escrito en el diario.
El ambiente en la enfermería se llenó de tensión y misterio. El enigma del diario no hacía más que intensificar nuestras sospechas.
A la mañana siguiente...
Desperté con el sonido de Hermione quejándose.
—¡Cale, deja de acostarte en mi cara! Tus pelos me molestan, y no me dejas dormir.
—No es mi culpa que te envuelvas como oruga con las sábanas —repliqué con un tono ofendido, estirándome sobre la almohada—. Soy un gato, pero me gusta dormir calientito. ¿Dónde están mis derechos?
Hermione suspiró, frustrada, cuando Harry irrumpió en la habitación.
—¡Ya sé quién lo hizo! —dijo con urgencia.
—Seguiremos esta conversación en la habitación —dije burlonamente, pero Harry no me prestó atención.
—Fue Hagrid.
—¿Hagrid? —Hermione parecía atónita—. No puede ser.
—Para mí, Tom Ryddle es solo un viejo chismoso —añadió Ron, encogiéndose de hombros.
—Hagrid es nuestro amigo —dijo Hermione, firme—. Deberíamos preguntarle directamente.
—Oh, sí, claro. Seguro lo primero que dice es: "Por cierto, no han visto algo peludo y siniestro últimamente, ¿verdad?" —respondí con sarcasmo.
—¿Peludo y siniestro? —pregunté indignado—. ¿No estarán hablando de mí, cierto?
—No —respondieron los tres al unísono.
Olía algo espantoso en el aire, y mi olfato se arrugó de inmediato.
—¿Qué es ese olor? —pregunté.
—Es repelente para babosas carnívoras —respondió Hermione—. Es para las mandrágoras. Necesitamos que maduren para despet... ¡Oh, Dios mío, Harry!
Un niño regordete llegó corriendo, interrumpiendo nuestra conversación.
—¡Harry, ven rápido!
Cuando llegamos a su habitación, estaba todo destrozado. El diario de Tom Ryddle había desaparecido.
Más tarde, en la enfermería...
Minerva nos llevó con expresión preocupada hacia una cama. Allí estaba Hermione, petrificada, con una expresión de terror congelada en su rostro.
—La encontraron cerca de la biblioteca —nos explicó la profesora, colocando un espejo en una mesa junto a la cama.
Ron estalló, dirigiéndose a mí con furia.
—¡Se suponía que debías protegerla! ¡No eres más que un demonio jugando con nosotros! ¡Todo esto es tu culpa!
Le sostuve la mirada antes de responder con calma:
—Tenía mis razones para separarme momentáneamente. Como verás, soy un gato, pero no realmente. Si tengo que ir al baño, no lo haré frente a Hermione. Salgo a hacer mis necesidades, ¿no te parece razonable? Además, mi contrato dice que los ayudaré a resolver esto, no que seré una niñera. Por cierto, controla tus emociones y prejuicios. Si sigues así, perderás a tus únicos amigos.
Dicho esto, me fui, dejándolos en silencio.
Un nuevo plan...
Como no podía regresar a la habitación de Hermione, decidí buscar un nuevo hogar temporal. Me senté junto a la entrada de la sala común, esperando un alma caritativa. Pronto, Ginny apareció.
—Miau —maullé con el tono más adorable que pude.
—¿Qué pasa, gatito? ¿Te perdiste?
Avancé hacia ella, ronroneando mientras me levantaba en sus brazos. Me llevó a su habitación, y con éxito, fui adoptado.
Hoy cenaremos pescado. Celebraremos a lo grande.