Chapter 5: capitulo5
Cinco años habían transcurrido desde que el silencio humano reinó en la isla. Desde entonces, la jungla se adueñó del concreto. Los gritos metálicos de los sistemas de seguridad rotos se habían apagado. No quedaba vigilancia, ni protocolos, ni órdenes que cumplir. Solo quedaba la ley natural, marcada por la fuerza, el hambre y el instinto.
Y muy lejos de ese lugar, en un punto soleado del Pacífico sur, cinco adolescentes no tenían ni la más mínima idea del lugar al que se aproximaban.
La embarcación turística cortaba las olas con elegancia. Era un yate moderno, de dos pisos, con un diseño elegante y capacidad para quince personas. A bordo, cinco jóvenes habían sido premiados por sus padres con unas vacaciones de verano inusuales: un recorrido marino por aguas vírgenes, lejos del bullicio continental.
—¡Esto sí que es vida! —exclamó Leo, alzando su bebida sin alcohol mientras sentía la brisa del océano golpear su rostro.
—Sí, hasta que tengamos que volver a casa y estudiar para los exámenes —respondió Maya, sentada con sus auriculares y el celular en mano, aunque sin señal.
—¿Qué se supone que veremos? —preguntó Darío, el más callado del grupo, hojeando un folleto promocional con paisajes marinos e islas volcánicas no registradas en los mapas convencionales.
—Peces exóticos, delfines, aguas cristalinas… y quizás, con suerte, alguna isla privada —añadió Kiara, entusiasmada con su cámara profesional al cuello.
El quinto integrante, Tomás, se mantenía alejado del barullo, observando el horizonte desde la proa del yate. Sus ojos se entornaban cada cierto tiempo hacia la brújula empotrada en la cubierta. Algo lo inquietaba. No sabía qué era, pero el cielo comenzaba a cambiar.
—¿No sienten que el clima cambió muy rápido? —preguntó, rompiendo su silencio.
Las primeras gotas cayeron como un susurro, pero en menos de veinte minutos el cielo había mutado. Nubes oscuras y espesas cubrieron el firmamento como un manto siniestro. El mar, antes cristalino y sereno, comenzó a ondular con violencia. La tripulación del yate, conformada por tres guías experimentados y cinco turistas adultos, intentaba mantener la calma, pero los relámpagos ya quebraban el cielo con furia.
—¡Todos abajo! ¡Aseguren lo que puedan! —gritó uno de los guías mientras la nave comenzaba a luchar contra olas de hasta cuatro metros.
Dentro del salón del yate, los adolescentes se aferraban a los soportes, intercambiando miradas de terror. El agua se colaba por las rendijas, el viento aullaba y todo temblaba.
Entonces, ocurrió.
Un rugido… no, no era el trueno.
Algo colosal emergió entre las olas, invisible a los ojos, pero con una presencia que se sintió en los huesos. No era solo el golpe del mar. Era otra cosa. Algo inmenso chocó con violencia contra el costado del yate, haciendo que la embarcación se elevara brevemente, como si una fuerza gigantesca la hubiese embestido desde el abismo.
—¡¿QUÉ FUE ESO?! —gritó Kiara, mientras los vidrios estallaban a su alrededor.
El yate crujió como si se partiera en dos. La electricidad se apagó de golpe. El radar dejó de funcionar. El motor colapsó. La tormenta, implacable, azotaba con olas negras que parecían tener garras.
Otro impacto. Esta vez, desde abajo.
El casco se abrió como papel mojado.
Y entonces, la oscuridad lo cubrió todo.
Horas más tarde, solo el sonido del agua lamiendo los restos flotantes quedaba como testigo.
Partes del yate, madera astillada y trozos metálicos se mecían entre las olas. Una mochila flotaba, girando lentamente sobre sí misma. Una tabla de surf se perdía en la distancia. Y más allá… una silueta borrosa de tierra firme, envuelta en niebla, se dibujaba en el horizonte.
Una isla.
Nada en los mapas. Nada en los registros oficiales.
Nadie hablaba de ella, pero seguía allí.
La tormenta la había ocultado, pero no borrado. No era la Isla Nublar, ni la Isla Sorna. Era otra… una isla que nunca debió existir.
Y hacia ella, arrastrados por el azar, los adolescentes estaban a punto de llegar.
Sin saber que lo que los esperaba en su interior no era solo naturaleza salvaje.
Era algo más.
Algo... que había estado esperando.